miércoles, 9 de octubre de 2013

Ella y su existencia

Este es un cuento que escribí hace poco, había escrito otras cosas pero es el primer cuento que escribo desde que entré a la universidad. Lo único que les pido es que echen a volar su imaginación sin límite y no sólo se queden con lo que les dice el texto, también con lo que les dice su cabeza y corazón . Tomen de el lo que les sirva, reflexionen, cuestionen y sobre todo disfruten...

Ella y su existencia

Estaba saliendo de su casa y  regreso por la pulsera que le regalo su abuela, fue en su cuarto cuando la vio. Oblitus salió y no dijo nada a sus padres tampoco a sus hermanos, desde el primer instante supo que su existencia iba a ser un secreto que tendría que quedarse entre las dos. Tenía diecisiete años la primera vez que la vio.

La vida de Oblitus fue normal, digamos más bien que fue más cómoda que la del resto de las demás personas. Desde pequeña la belleza de su rostro era envidiada y caminaba exactamente como su mamá de quien había heredado el porte y la elegancia. Eran cinco en la familia y Oblitus era la más grande seguida de dos hermanos, por ser la única niña siempre estuvo llena de atención y cariño sin mencionar que se lo ganaba donde quiera que pisara con su forma tan tierna y sensible de ser. Ella y su familia vivieron siempre en la misma casa y en ese tipo de lugares donde la gente vive eternamente, lo cual no fue mi caso.

Conocí a Oblitus en nuestro último año de preparatoria y siendo honesta en un principio me llamo la atención que todo el mundo, o bueno el mundito en el que vivíamos quisiera estar cerca de ella e hice lo mismo, trate de conocerla y teniendo a tanta gente alrededor no tuve que hacer esfuerzo por caerle bien, pues al parecer ella sentía cierta afinidad hacia mí. Fueron dos o tres meses los que nos volvimos casi inseparables así como los meses más aburridos de mi vida. Me encontraba ahí por razones ajenas a mí o más bien porque seguía dependiendo de mis papas, ese lugar lo formaban ese tipo de personas de las cuales mi esencia huía y Oblitus no parecía ser la excepción. A pesar de no compartir los mismos pensamientos y metas todos siempre fueron amables, yo lo fui. Oblitus y su familia eran el ejemplo a seguir; un padre trabajador, una madre devota, hijos responsables prósperos y seguramente con un futuro brillante, no podía faltar el perro. Esos meses en los que fuimos inseparables empezaba a creer lo fácil que podía resultar la vida y al mismo tiempo ser feliz, eso era exactamente lo que Oblitus reflejaba afortunadamente no compartíamos los mismos conceptos de felicidad o eso pensé.

Un día estábamos en su casa y el cielo se veía gris, – va a comenzar a llover y no traes chamarra, voy por una para que ya nos vayamos- dijo.
 Nos pusimos de pie e íbamos para su cuarto, cuando hizo una expresión extraña y Oblitus me dijo,- deje mi pulsera en la mesa de la cocina puedes ir por ella por favor en lo que bajo la chamarra-.
Sin pensarlo, fui directo a la cocina y nos encontramos en la puerta para salir.

Entre más pasaba el tiempo más me aburría la monotonía del lugar y la gente. Cada vez que Oblitus hablaba  de su futuro parecía tener la certeza de saber como sería su siguiente paso en la vida, pero siempre que lo contaba salían de sus ojos miel esas mismas palabras llenas de nostalgia y decepción, en cambio yo no sabía que quería hacer de mí ni en los próximos cinco minutos. Cumplimos 21 años y yo había alterado mi color de cabello tantas veces que había perdido la cuenta, mi apariencia cambiaba casi tan frecuente y radical como las estaciones, extrañamente Oblitus no. Estaba exactamente igual que cuando la conocí, probablemente más alta pero su cara seguía intacta, igual de hermosa que siempre. A esa edad salí corriendo de mi casa a explorar el mundo a vivir mis propias experiencias, deseos y crear mi vida, desde entonces no supe nada de nadie de esa ciudad en la que viví hasta el día de hoy que por la mañana he recibido una carta.
-¡mamá te buscan!- grito uno de mis hijos, baje las escaleras y tuve que firmar un sobre que me entregaba el cartero, al ver el código postal no reconocí la dirección y cuando comencé a leer todo tenía sentido.

Te escribo esta carta porque estoy segura que tú debes saber dónde la puedo encontrar, me he cansado de buscarla hasta en los rincones más inesperados y mi búsqueda no da resultado, me siento frustrada, desesperada, impotente. El año en el que tu llegaste a vivir aquí fue la primera vez que la vi, estaba sentada en un banco que usaba cuando era pequeña en una de las esquinas de mi cuarto, no supe quién era pero era la mujer más hermosa y llena de luz que he visto en toda mi vida, y a pesar de que no saber nada de ella desde el primer instante sentí que era una parte importante de mi vida. Durante muchos años estuvo ahí sentada, fueron tantos que durante épocas ni siquiera llegue a notar su presencia, desde esa primera vez que la vi no le he dicho nada a nadie, mucha gente entró a mi cuarto y nadie parecía percatarse de su existencia, mi familia no fue la excepción. Mi vida pasó y todos esos planes de los que tanto hablamos desfilaron sin ninguna complicación, ella seguía siempre sentada sin hablar en ese banco que estaba enfrente de un cuadro que resumía mi infancia, por momentos llegue a sentir que envejecía pero pensé que tan solo era el ciclo de la vida. Terminé la universidad aquí, y mis padres murieron, mis hermanos creyeron conveniente que me quedara con la casa mientras ellos construían su vida, al poco tiempo me casé y a mi esposo no pareció molestarle vivir ahí, a ella tampoco que el ahora estuviera aquí, hoy tengo un amoroso esposo, dos hijos, un perro, mi corazón repleto de planes y 45 años que no vuelven. Ella por años estuvo ahí sentada sin hacer nada, y con el tiempo no solo envejecía se estaba consumiendo y yo sin saber que no habría vuelta atrás, el lugar en donde estaba hacía que su figura se reflejara en el espejo que estaba justo arriba de mi cabecera y en el cual me cepillaba sin falta cada noche, aun así no me tome el tiempo de tan solo notarla. Ayer desperté en brazos de mi esposo sintiéndome vulnerable, asustada y teniéndolo todo, vacía. Lo primero que hice después de abrir los ojos fue mirar al banco y ella no estaba.
Desde entonces he buscado en todos lados y sigo sin encontrarla, cada vez me doy más cuenta de que aunque soy amada me siento sola, soy afortunada y me siento mediocre y muy lejos de ser feliz, me aterra y paraliza todo el cuerpo la idea de pensar que ella está muerta y no puedo hacer nada. Es por eso que te escribo, con una última esperanza de poderla encontrar  aferrándome a creer que todavía tengo tiempo.

                                                                                                                     Oblitus.


Entendí la llegada de esa carta a mi vida y nunca me había sentido más y plena, la tome con las yemas de mis dedos y disfrute el sonido del papel rompiéndose, ya no era más un secreto y seguía quedando entre dos. –Siempre dije que no era fácil, pero valió la pena- hablé en voz alta mientras sonreía y era feliz.
P.DC.L

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