Este es un cuento que escribí hace poco, había escrito otras cosas pero es el primer cuento que escribo desde que entré a la universidad. Lo único que les pido es que echen a volar su imaginación sin límite y no sólo se queden con lo que les dice el texto, también con lo que les dice su cabeza y corazón . Tomen de el lo que les sirva, reflexionen, cuestionen y sobre todo disfruten...
Ella
y su existencia
Estaba saliendo de su casa y regreso por la pulsera que le regalo su abuela,
fue en su cuarto cuando la vio. Oblitus salió y no dijo nada a sus padres
tampoco a sus hermanos, desde el primer instante supo que su existencia iba a
ser un secreto que tendría que quedarse entre las dos. Tenía diecisiete años la
primera vez que la vio.
La vida de Oblitus fue normal, digamos más bien que
fue más cómoda que la del resto de las demás personas. Desde pequeña la belleza
de su rostro era envidiada y caminaba exactamente como su mamá de quien había
heredado el porte y la elegancia. Eran cinco en la familia y Oblitus era la más
grande seguida de dos hermanos, por ser la única niña siempre estuvo llena de
atención y cariño sin mencionar que se lo ganaba donde quiera que pisara con su
forma tan tierna y sensible de ser. Ella y su familia vivieron siempre en la
misma casa y en ese tipo de lugares donde la gente vive eternamente, lo cual no
fue mi caso.
Conocí a Oblitus en nuestro último año de preparatoria
y siendo honesta en un principio me llamo la atención que todo el mundo, o
bueno el mundito en el que vivíamos quisiera estar cerca de ella e hice lo
mismo, trate de conocerla y teniendo a tanta gente alrededor no tuve que hacer
esfuerzo por caerle bien, pues al parecer ella sentía cierta afinidad hacia mí.
Fueron dos o tres meses los que nos volvimos casi inseparables así como los
meses más aburridos de mi vida. Me encontraba ahí por razones ajenas a mí o más
bien porque seguía dependiendo de mis papas, ese lugar lo formaban ese tipo de
personas de las cuales mi esencia huía y Oblitus no parecía ser la excepción. A
pesar de no compartir los mismos pensamientos y metas todos siempre fueron
amables, yo lo fui. Oblitus y su familia eran el ejemplo a seguir; un padre
trabajador, una madre devota, hijos responsables prósperos y seguramente con un
futuro brillante, no podía faltar el perro. Esos meses en los que fuimos
inseparables empezaba a creer lo fácil que podía resultar la vida y al mismo
tiempo ser feliz, eso era exactamente lo que Oblitus reflejaba afortunadamente
no compartíamos los mismos conceptos de felicidad o eso pensé.
Un día estábamos en su casa y el cielo se veía gris, –
va a comenzar a llover y no traes chamarra, voy por una para que ya nos
vayamos- dijo.
Nos pusimos de
pie e íbamos para su cuarto, cuando hizo una expresión extraña y Oblitus me
dijo,- deje mi pulsera en la mesa de la cocina puedes ir por ella por favor en
lo que bajo la chamarra-.
Sin pensarlo, fui directo a la cocina y nos
encontramos en la puerta para salir.
Entre más pasaba el tiempo más me aburría la monotonía
del lugar y la gente. Cada vez que Oblitus hablaba de su futuro parecía tener la certeza de saber
como sería su siguiente paso en la vida, pero siempre que lo contaba salían de
sus ojos miel esas mismas palabras llenas de nostalgia y decepción, en cambio
yo no sabía que quería hacer de mí ni en los próximos cinco minutos. Cumplimos
21 años y yo había alterado mi color de cabello tantas veces que había perdido
la cuenta, mi apariencia cambiaba casi tan frecuente y radical como las
estaciones, extrañamente Oblitus no. Estaba exactamente igual que cuando la
conocí, probablemente más alta pero su cara seguía intacta, igual de hermosa
que siempre. A esa edad salí corriendo de mi casa a explorar el mundo a vivir
mis propias experiencias, deseos y crear mi vida, desde entonces no supe nada
de nadie de esa ciudad en la que viví hasta el día de hoy que por la mañana he
recibido una carta.
-¡mamá te buscan!- grito uno de mis hijos, baje las escaleras
y tuve que firmar un sobre que me entregaba el cartero, al ver el código postal
no reconocí la dirección y cuando comencé a leer todo tenía sentido.
Te escribo
esta carta porque estoy segura que tú debes saber dónde la puedo encontrar, me
he cansado de buscarla hasta en los rincones más inesperados y mi búsqueda no
da resultado, me siento frustrada, desesperada, impotente. El año en el que tu
llegaste a vivir aquí fue la primera vez que la vi, estaba sentada en un banco
que usaba cuando era pequeña en una de las esquinas de mi cuarto, no supe quién
era pero era la mujer más hermosa y llena de luz que he visto en toda mi vida,
y a pesar de que no saber nada de ella desde el primer instante sentí que era
una parte importante de mi vida. Durante muchos años estuvo ahí sentada, fueron
tantos que durante épocas ni siquiera llegue a notar su presencia, desde esa
primera vez que la vi no le he dicho nada a nadie, mucha gente entró a mi
cuarto y nadie parecía percatarse de su existencia, mi familia no fue la
excepción. Mi vida pasó y todos esos planes de los que tanto hablamos desfilaron
sin ninguna complicación, ella seguía siempre sentada sin hablar en ese banco
que estaba enfrente de un cuadro que resumía mi infancia, por momentos llegue a
sentir que envejecía pero pensé que tan solo era el ciclo de la vida. Terminé
la universidad aquí, y mis padres murieron, mis hermanos creyeron conveniente
que me quedara con la casa mientras ellos construían su vida, al poco tiempo me
casé y a mi esposo no pareció molestarle vivir ahí, a ella tampoco que el ahora
estuviera aquí, hoy tengo un amoroso esposo, dos hijos, un perro, mi corazón
repleto de planes y 45 años que no vuelven. Ella por años estuvo ahí sentada
sin hacer nada, y con el tiempo no solo envejecía se estaba consumiendo y yo
sin saber que no habría vuelta atrás, el lugar en donde estaba hacía que su
figura se reflejara en el espejo que estaba justo arriba de mi cabecera y en el
cual me cepillaba sin falta cada noche, aun así no me tome el tiempo de tan
solo notarla. Ayer desperté en brazos de mi esposo sintiéndome vulnerable,
asustada y teniéndolo todo, vacía. Lo primero que hice después de abrir los
ojos fue mirar al banco y ella no estaba.
Desde
entonces he buscado en todos lados y sigo sin encontrarla, cada vez me doy más
cuenta de que aunque soy amada me siento sola, soy afortunada y me siento
mediocre y muy lejos de ser feliz, me aterra y paraliza todo el cuerpo la idea
de pensar que ella está muerta y no puedo hacer nada. Es por eso que te
escribo, con una última esperanza de poderla encontrar aferrándome a creer que todavía tengo tiempo.
Oblitus.
Entendí la llegada de esa carta a mi vida y nunca me
había sentido más y plena, la tome con las yemas de mis dedos y disfrute el
sonido del papel rompiéndose, ya no era más un secreto y seguía quedando entre
dos. –Siempre dije que no era fácil, pero valió la pena- hablé en voz alta
mientras sonreía y era feliz.
P.DC.L